Santos del Día
El Santo Nombre de María - 12 de septiembre
Comentarios del Prof. Plinio:
En el pasado el nombre era considerado un símbolo de la persona, de ahí que en la antigüedad se usaran iniciales, que eran de alguna manera el símbolo del nombre.
El nombre es el símbolo de la realidad más profunda psicológica, moral y espiritual de una persona. Por eso el Santísimo Nombre de Nuestra Señora – por no hablar del Santísimo Nombre de Jesús – debe ser considerado como el símbolo de su excelente virtud, de su misión y de lo que verdaderamente es.
El nombre de Nuestra Señora es, por tanto, la afirmación de sus atributos interiores y de su gloria. Por eso el Nombre de María es la manifestación simbólica de todo lo excelente de Nuestra Señora. Al celebrar este día, conmemoramos la gloria que tuvo, tiene y tendrá Nuestra Señora en el Cielo, en la tierra y en el universo entero.
En cuanto a su gloria en el Cielo, es la Reina de todos los Ángeles y de todos los Santos, puesta incomparable e inconmensurablemente por encima de todas las criaturas. En el orden creado, ella es, por así decirlo, el vértice mismo del cono hacia el cual todo converge. Ella es, pues, nuestra Medianera ante Dios Nuestro Señor. La gloria que tiene con este papel es indescriptible ya que es consecuencia de su condición de Madre del Salvador, Nuestro Señor Jesucristo.
En cuanto a su gloria en la tierra, necesitamos pensar mucho sobre esto, aquí también ella debe ser glorificada. En cuanto a Dios, rezamos: Gloria Patri, et Filio et Spiritui Sancto; Sicut erat in principio, et nunc et simper, et in saecula saeculorun; Amén – como era en el principio, es ahora y por los siglos de los siglos por los siglos de los siglos. Amén. Sería normal y apropiado que el Santísimo Nombre de Nuestra Señora sea glorificado también de manera inefable.
Pueden imaginar una cristiandad donde el espíritu de San Luis Grignion de Montfort estaba presente en todas partes. Imagínese si en toda la tierra los discípulos de San Luis de Montfort fueran la sal de la tierra y dieran el tono de piedad a Nuestra Señora; entonces podréis comprender cómo la gloria dada a Nuestra Señora sería incomparablemente mayor de lo que es hoy.
Hasta el momento en que el progresismo se apoderó de la Iglesia, vimos a Nuestra Señora recibir mucha gloria de la Iglesia. Esa gloria nos parecía inmensa, pero no era nada en comparación con la gloria que le habría sido dada a ella si el espíritu de San Luis Grignion de Montfort hubiera sido dominante en la sociedad. Esta es la gloria que debemos aspirar ardientemente a dar a Nuestra Señora.
Es odioso y odioso que el vicio, el crimen, la Revolución y el Diablo hayan podido disminuir la gloria que ella debe recibir de los hombres. ¿Cómo podemos tener bienestar en la tierra cuando se le niega la gloria, el honor y la atención debida a Nuestra Madre? Esto debería ser para nosotros un motivo continuo de indignación. Indignación al ver que la Reina no está siendo reconocida por todos en el papel que debe tener en la tierra.
Oremos a Nuestra Señora para que acepte nuestra reparación por los ultrajes que continuamente se cometen contra ella. Pidámosle que prepare nuestras almas para hacer una reparación completa por estos ultrajes. Debemos hacer un examen de conciencia para ver si nuestra reparación es la que debe ser, y para examinar si debemos reparar la deficiencia de nuestra reparación.
Este es un punto sobre el que debemos pensar. No podemos pedir a Nuestra Señora que perdone lo que otros han hecho, como si no tuviéramos culpa, sin antes pedirle perdón por lo que nosotros también hemos hecho. Por eso, debemos pedirle que acepte nuestra reparación por la débil reparación que mal le hemos ofrecido.
¿Cómo debe ser esta reparación perfecta? Debe ser la consecuencia de un amor pleno, una noción completa de todo lo que representa Nuestra Señora, de todo lo que ella es. No es sólo una noción teórica, sino una noción práctica, viva y concreta.
Entonces, mientras trabajamos a lo largo del día, deberíamos preguntarnos si el celo por la gloria de Dios y la gloria de Nuestra Señora realmente nos devora, o estamos más consumidos por asuntos de amor propio, interés propio y sensibilidades personales, frenando así el celo que debemos tener por Nuestra Señora. Porque si estos defectos interfieren y pensamos más en nosotros mismos que en ella, entonces nuestra reparación no es todo lo completa que debería ser.
Nuevamente se nos presenta la oportunidad de recurrir a nuestros Ángeles Custodios y a nuestros Santos Protectores, pidiéndoles que se unan a nosotros para dar a nuestra reparación un valor que per seque le falta, para que sea una reparación aceptable, honrosa y satisfactoria.
Tengo una gran esperanza de que, si llevamos estas disposiciones ante un altar de Nuestra Señora, Ella nos concederá abundantes gracias y recibirá, si no nuestra reparación, al menos nuestra humildad. Y es esta humildad la que podemos llevar a poner a sus pies.
El Santo del día Las características más destacadas de la vida de los santos se basan en los comentarios realizados por el fallecido Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Siguiendo el ejemplo de San Juan Bosco, quien solía hacer charlas similares para los chicos de su colegio, cada tarde era la costumbre del profesor Plinio hacer un breve comentario sobre las vidas del santo del día siguiente en una reunión para jóvenes con el fin de alentarlos en la práctica de la virtud y el amor por la Iglesia Católica. TIA pensó que sus lectores podrían beneficiarse de estos valiosos comentarios.
Los textos de los datos biográficos y los comentarios provienen de notas personales tomadas por Atila S. Guimarães de 1964 a 1995. Dado que la fuente es un cuaderno personal, es posible que a veces las notas biográficas transcritas aquí no sean rigurosas siga el texto original leído por el Prof. Plinio. Los comentarios también se han adaptado y traducido para el sitio de TIA.
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En el pasado el nombre era considerado un símbolo de la persona, de ahí que en la antigüedad se usaran iniciales, que eran de alguna manera el símbolo del nombre.
El nombre es el símbolo de la realidad más profunda psicológica, moral y espiritual de una persona. Por eso el Santísimo Nombre de Nuestra Señora – por no hablar del Santísimo Nombre de Jesús – debe ser considerado como el símbolo de su excelente virtud, de su misión y de lo que verdaderamente es.
El Nombre de María representa la excelencia
de todas sus virtudes
En cuanto a su gloria en el Cielo, es la Reina de todos los Ángeles y de todos los Santos, puesta incomparable e inconmensurablemente por encima de todas las criaturas. En el orden creado, ella es, por así decirlo, el vértice mismo del cono hacia el cual todo converge. Ella es, pues, nuestra Medianera ante Dios Nuestro Señor. La gloria que tiene con este papel es indescriptible ya que es consecuencia de su condición de Madre del Salvador, Nuestro Señor Jesucristo.
En cuanto a su gloria en la tierra, necesitamos pensar mucho sobre esto, aquí también ella debe ser glorificada. En cuanto a Dios, rezamos: Gloria Patri, et Filio et Spiritui Sancto; Sicut erat in principio, et nunc et simper, et in saecula saeculorun; Amén – como era en el principio, es ahora y por los siglos de los siglos por los siglos de los siglos. Amén. Sería normal y apropiado que el Santísimo Nombre de Nuestra Señora sea glorificado también de manera inefable.
Pueden imaginar una cristiandad donde el espíritu de San Luis Grignion de Montfort estaba presente en todas partes. Imagínese si en toda la tierra los discípulos de San Luis de Montfort fueran la sal de la tierra y dieran el tono de piedad a Nuestra Señora; entonces podréis comprender cómo la gloria dada a Nuestra Señora sería incomparablemente mayor de lo que es hoy.
Nuestra Señora debe recibir su debida gloria en la tierra
así como en el Cielo
Es odioso y odioso que el vicio, el crimen, la Revolución y el Diablo hayan podido disminuir la gloria que ella debe recibir de los hombres. ¿Cómo podemos tener bienestar en la tierra cuando se le niega la gloria, el honor y la atención debida a Nuestra Madre? Esto debería ser para nosotros un motivo continuo de indignación. Indignación al ver que la Reina no está siendo reconocida por todos en el papel que debe tener en la tierra.
Oremos a Nuestra Señora para que acepte nuestra reparación por los ultrajes que continuamente se cometen contra ella. Pidámosle que prepare nuestras almas para hacer una reparación completa por estos ultrajes. Debemos hacer un examen de conciencia para ver si nuestra reparación es la que debe ser, y para examinar si debemos reparar la deficiencia de nuestra reparación.
Debemos traer nuestra reparación ante su altar
¿Cómo debe ser esta reparación perfecta? Debe ser la consecuencia de un amor pleno, una noción completa de todo lo que representa Nuestra Señora, de todo lo que ella es. No es sólo una noción teórica, sino una noción práctica, viva y concreta.
Entonces, mientras trabajamos a lo largo del día, deberíamos preguntarnos si el celo por la gloria de Dios y la gloria de Nuestra Señora realmente nos devora, o estamos más consumidos por asuntos de amor propio, interés propio y sensibilidades personales, frenando así el celo que debemos tener por Nuestra Señora. Porque si estos defectos interfieren y pensamos más en nosotros mismos que en ella, entonces nuestra reparación no es todo lo completa que debería ser.
Nuevamente se nos presenta la oportunidad de recurrir a nuestros Ángeles Custodios y a nuestros Santos Protectores, pidiéndoles que se unan a nosotros para dar a nuestra reparación un valor que per seque le falta, para que sea una reparación aceptable, honrosa y satisfactoria.
Tengo una gran esperanza de que, si llevamos estas disposiciones ante un altar de Nuestra Señora, Ella nos concederá abundantes gracias y recibirá, si no nuestra reparación, al menos nuestra humildad. Y es esta humildad la que podemos llevar a poner a sus pies.
Los textos de los datos biográficos y los comentarios provienen de notas personales tomadas por Atila S. Guimarães de 1964 a 1995. Dado que la fuente es un cuaderno personal, es posible que a veces las notas biográficas transcritas aquí no sean rigurosas siga el texto original leído por el Prof. Plinio. Los comentarios también se han adaptado y traducido para el sitio de TIA.