Virtudes Católicas
Santa Ana, Madre de la Gloriosa Virgen María - II
Carlomagno descubre las reliquias de Santa Ana
Santa Ana y su hija María con atuendo real
A partir del siglo VI, la fiesta de Santa Ana se celebró en Oriente y se construyeron iglesias en su honor. En el siglo VIII, el Papa sirio Constantino difundió su devoción en Roma.
A principios del siglo IX, se descubrieron milagrosamente las reliquias de Santa Ana, lo que aumentó enormemente su prestigio e inspiró una serie de maravillosos efectos.
El cuerpo de Santa Ana
Poco después de la muerte de Nuestro Señor, comenzó una terrible ola de persecuciones. Alrededor del año 47 d.C., un notable grupo de cristianos fue capturado por los romanos y lanzado al mar en un barco sin velas ni remos. Entre ellos se encontraban Santa María Magdalena, sus hermanos Santa Marta y Lázaro, y Santos Maximino y Sedonio. Este noble grupo tenía en su poder las reliquias del cuerpo de Santa Ana, que llevaron consigo.
El barco sin timón ni vela desembarca con su precioso cargamento –las reliquias de Santa Ana– en Apt, Francia
El milagroso paso por mar y la predicación de sus pasajeros causaron una gran impresión en la gente local de la zona, que se convirtió a la fe católica. Pronto se construyó una iglesia sobre el lugar donde se habían depositado reverentemente los restos de Santa Ana.
Debido a que la zona era presa de las invasiones de las hordas bárbaras, el primer obispo de Apta Julia, San Auspicio, enterró este santo tesoro en una profunda capilla subterránea cuya entrada era conocida solo por unos pocos. Esa primera iglesia cayó en decadencia durante los tiempos turbulentos de guerras y persecución religiosa que siguieron, y el lugar que guardaba el cuerpo de Santa Ana se perdió en la historia.
En los siglos siguientes, cuando la fe empezó a florecer en Europa, muchos buscaron el cuerpo de Santa Ana en Apt. Los registros demostraban que estaba enterrada en algún lugar de la ciudad, pero su cuerpo había sido escondido tan bien que nadie pudo localizarlo. Para descubrirlo se requeriría la intervención divina.
El descubrimiento milagroso
Durante la época de Carlomagno, la paz volvió a la región y se construyó una magnífica nueva catedral sobre la antigua capilla. El domingo de Pascua del año 792 fue el día elegido para su reconsagración.
Carlomagno, junto con otros miembros de su corte, estuvo presente en la ocasión.
Los escalones se abrían a un estrecho pasadizo, que todavía se encuentra hoy en la Catedral de Santa Ana en Apt.
Su familia, avergonzada, intentó llevárselo, pero ni ellos ni los guardias reales pudieron evitar que el joven, normalmente dócil, volviera al escalón, que siguió golpeando, haciendo señas para que cavaran allí. Los ojos de la gente se volvieron hacia Carlomagno para ver qué haría.
Reconociendo la mano de Dios en este extraño episodio, Carlomagno llamó a los trabajadores después de la misa para que vinieran a quitar los escalones. Para su sorpresa, debajo de los escalones había una gran puerta que se abría a un pasaje subterráneo.
El joven entró sin vacilar, guiando al pequeño grupo, con Carlomagno a la cabeza, por una escalera. Continuó por un estrecho pasadizo hasta llegar a un muro que les impedía el paso. El muchacho volvió a indicar con su bastón que lo quitaran. Esto reveló otro largo pasadizo, por el que nuevamente el muchacho ciego los condujo, como si conociera el camino.
En la pared de la cripta que custodiaba las reliquias de Santa Ana ardía una vela de vigilia.
Mientras Carlomagno y el séquito se paraban asombrados ante ella, la lámpara se apagó de repente. En ese mismo momento, el niño recuperó de inmediato la audición, la vista y la capacidad de hablar.
“¡Es ella! ¡Es ella!”, gritó. Carlomagno, sin entender lo que quería decir, repitió las palabras. El llamado fue repetido por el grupo y luego por la multitud en la iglesia de arriba, que cayó de rodillas. Una profunda sacralidad impregnó el aire, y todos sintieron que en ese misterioso pasaje había algo celestial y sagrado.
¿Quién era ella? Los habitantes del pueblo ya sabían que allí se encontraba la tumba de la madre de Nuestra Señora, pues sabían por tradición que estaba enterrada en algún lugar debajo de la iglesia.
Los trabajadores abrieron la puerta de la cripta. El aire olía dulce, como a incienso oriental, y en su interior había un ataúd. En el ataúd había un elaborado lienzo oriental y los restos de un cuerpo. La inscripción sobre las reliquias decía: “Aquí yace el cuerpo de Santa Ana, madre de la gloriosa Virgen María”.
Una capilla lateral de la catedral de Santa Ana en Apt exhibe sus reliquias
Cuando la ciudad recibió la alegre noticia, se llenó de alegría y de admiración; durante tres días sólo hablaron cuando era necesario y en susurros reverenciales.
Todo esto causó una profunda impresión en Carlomagno, quien ordenó a un notario que hiciera un relato detallado del hallazgo milagroso para enviarlo al Papa Adriano I, junto con una carta firmada por él mismo. Estos documentos y la respuesta del Papa aún se pueden ver hoy.
El descubrimiento de las reliquias de Santa Ana es aún más hermoso cuando recordamos que Nuestro Señor es su nieto de sangre. Cuando los católicos veneran las reliquias de Santa Ana, también rinden homenaje al Hijo de su hija María, Nuestro Señor.
Es interesante ver cómo Dios se sirvió de una joven sencilla, sordomuda y muda, para hacer descubrir a esta gran santa que fue madre de la Madre de Dios. Oremos para que Dios, en su Providencia, se sirva de nosotros, esclavos de María, pero cargados de problemas y destrozados por la Revolución, para ayudar a que Santa Ana sea conocida y su presencia sentida durante el Reino de María que está por venir.
Relicario de Santa Ana en su catedral de Apt
Publicado el 30 de julio de 2024