Virtudes Católicas
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Una invitación a amar la Santa Cruz
de Nuestro Señor Jesucristo

Prof. Plinio Corrêa de Oliveira
Al entrar en los días de Cuaresma, esta breve meditación del Profesor Plinio debería recordarnos el grande y supremo valor de la Santa Cruz, una verdad que debemos tener constantemente presente en nuestros ojos.
Lord of the Three Falls – Church of San Isidoro – Seville

Señor de las Tres Caídas – Iglesia de San Isidoro – Sevilla

El Evangelio nos da abundante evidencia de cómo la gran misericordia de nuestro Divino Salvador lo impulsó a compadecerse de nuestros sufrimientos del alma y del cuerpo. Basta considerar los numerosos y asombrosos milagros de su omnipotencia que realizó para aliviarlos.

Sin embargo, no imaginemos que este esfuerzo por aliviar nuestro sufrimiento fue el mayor beneficio que otorgó a los hombres en esta vida terrenal.

Quienes cierran los ojos ante el hecho central de que Él es nuestro Redentor y que quiso sufrir los dolores más crueles para redimirnos no comprenden la misión de Cristo entre los hombres.

Incluso en el apogeo de su Pasión, con un simple acto de su Divina Voluntad, Nuestro Señor podría haber hecho cesar instantáneamente todos esos dolores. Desde el primer momento de su Pasión hasta el último, pudo haber ordenado que sus heridas sanaran, que su preciosa Sangre dejara de fluir, que los golpes recibidos no dejaran cicatrices en su divino Cuerpo y, finalmente, que una brillante y gozosa victoria interrumpiera abruptamente la persecución que lo arrastraba a esa muerte cruel.

Sin embargo, no quiso hacerlo. Al contrario, quiso ser arrastrado por la Vía Dolorosa hasta la cima del Gólgota; quiso ver a su Santísima Madre entregada a las profundidades del sufrimiento; finalmente, quiso clamar, para que los hombres lo oyeran hasta el fin de los tiempos, pronunciando estas desgarradoras palabras: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46).

De estos hechos entendemos que, al darnos la gracia de ser llamados a sufrir con Él una parte de su Pasión, nos hizo evidente el papel incomparable de la Cruz en la vida de los hombres, en la Historia del mundo y en su glorificación.

Crucifixion
Al invitarnos a sufrir los dolores de la vida presente, Él demuestra que no quiere dispensarnos de pronunciar en el último instante su propio consummatum est: «Consumado es» (Jn 19,30).

Sin comprender la cruz, sin amarla, sin que cada uno haya pasado por su propio vía crucis, no habremos cumplido los designios de la Providencia. Entonces, al morir, no podremos hacer eco de aquella sublime exclamación de San Pablo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. No me queda más que esperar la corona de justicia que me está guardada, la cual me dará el Señor, como Juez justo, en aquel día» (2 Tim 4,7-8).

Cualquier cualidad, por sobresaliente que sea, será inútil si esa alma no tiene como fundamento el amor a la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Con ese amor a la Cruz lo lograremos todo, incluso si nos agobia la sagrada carga de la pureza y la práctica de las demás virtudes, los incesantes ataques y burlas de los enemigos de la Fe, y las traiciones de los falsos amigos.

El gran fundamento, el mayor fundamento de la Civilización Cristiana, es este: que todos los hombres están llamados a ejercitar generosamente el amor a la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Estas son reflexiones sumamente oportunas para el tiempo de Cuaresma. Que María nos ayude a tener este amor para que reconquistemos para su Divino Hijo el Reino de Dios, tan débil y vacilante en los corazones de los hombres de hoy.

Ave Crux Spes Unica - “Salve Cruz, Única Esperanza”

Ave Crux Spes Unica
Publicado el 25 de marzo de 2025
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