¡Oh Madre Dolorosa!
por tus lágrimas,
por la corona de espinas,
por los clavos que llevas en tus manos,
por las espadas del dolor con que nuestros pecados traspasaron tu corazón;
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y alcánzanos de tu hijo Santísimo,
dolor intenso de nuestras culpas y vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad.
¡Oh Madre Dolorosa!
Proteje a la Santa Iglesia,
Proteje nuestra Patria!
¡Ampara a la juventud!
¡Ampara a la niñez!
Amén.
por tus lágrimas,
por la corona de espinas,
por los clavos que llevas en tus manos,
por las espadas del dolor con que nuestros pecados traspasaron tu corazón;
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y alcánzanos de tu hijo Santísimo,
dolor intenso de nuestras culpas y vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad.
¡Oh Madre Dolorosa!
Proteje a la Santa Iglesia,
Proteje nuestra Patria!
¡Ampara a la juventud!
¡Ampara a la niñez!
Amén.
Detrás de toda advocación mariana encontramos un mensaje y también una didáctica que busca adentrarse en el corazón de los fieles con la intención de que estos hallen por medio de los detalles que se presentan, a la Madre bondadosa, dulce e intercesora perfecta que nos promete un camino, corto, seguro y rápido hacia el amor de su Hijo.
Una María, que se muestra cercana e inmersa con las diferentes razas, no ajena a las realidades históricas del tiempo en que se manifiesta; diligente, real, sintonizada con sus hijos, es la constante de cada advocación
Ecuador, pequeña extensión territorial, es tierra fértil de devotos incondicionales a la Madre. Tantas advocaciones fluyen de esta nación, que nos lleva a pensar que lo único que Ella anhela es cuidar de nosotros.
Aunque la advocación de Nuestra Señora de los Dolores es muy famosa ya en el mundo católico; en nuestro país, un milagro acaecido el 20 de abril de 1906 en el interior del Colegio San Gabriel de Quito, la llevó a que se la conozca como La Dolorosa del Colegio.
En el comedor del internado de esta institución, durante la Semana Mayor, un grupo de 35 muchachitos, entre 10 y 17 años comían juntos como de cotidiano. Uno de ellos, Carlos Hermann fija la mirada en el cuadro de Nuestra Señora que adorna la estancia y para su asombro la ve abrir y cerrar los ojos. Para salir de la sopresa, habla de lo que pasa a otro compañero, Jaime Chávez, y éste corrobora el hecho que se propaga rápidamente al resto de comensales.
Avisan del particular al prefecto del colegio, padre Andrés Roesch, y al inspector, hermano Luis Alberdi, que estaban en el comedor con ellos, mas pensaban en un inicio que se trataba de una broma juvenil. Ante la insistencia de los estudiantes, alzan sus ojos hacia el cuadro de La Dolorosa y se percatan de la veracidad de la situación. El prodigio se mantuvo por un tiempo de 15 minutos. Se ordena guardar sigilo y el cuadro es cubierto hasta que fuera analizado por peritos.
Todo el acontecimiento fue revisado por los expertos paso a paso, así mismo, el cuadro en detalle. Finalmente, para terminar el mes de mayo de ese mismo año, se concluyó que el evento fue auténtica manifestación divina.
María Santísima, decían los testigos, los había visto con una dulzura inmensa pero al mismo tiempo había un aire de pesar y agonía en sus bellos ojos.
Pocos años antes, en 1895, el liberalismo anticlerical había surgido en Ecuador, se estaba dando impulso al laicismo en la educación, a la separación del Estado y la Iglesia. Se decretó en 1896 la expulsión de los jesuitas e incluso hubo asaltos y toma de los colegios San Gabriel en Quito (1895) y San Felipe Neri en Riobamba (1897) por parte de tropas liberales.
Ya en 1900, la enseñanza religiosa, fue suprimida en colegios y escuelas fiscales, se retira la subvención estatal a colegios e institutos particulares y tiempo después se negó el ingreso de otras órdenes religiosas al país pues el Congreso anuló a la religión católica como oficial del Estado ecuatoriano.
En medio de todo este contexto histórico y duro para la Iglesia católica de aquel entonces, el milagro de La Dolorosa del Colegio San Gabriel, es la prueba visible del amparo y de la sensibilidad de María, que se enmarca siempre actual a la realidad de sus hijos. Dolida por la persecución, el desapego de la fe, la injusticia de los actos para quienes se consagran en servicio fiel a su Hijo, pero al mismo tiempo su ternura maternal que garantiza la protección a la juventud, a la niñez y a todo aquel que a Ella acuda; por ello, la última estrofa de la oración que se le dedica dice, sabia y confiadamente:
"¡Oh Madre Dolorosa!
Protege a la Santa Iglesia,
protege a nuestra Patria,
ampara a la juventud,
defiende a la niñez. Amén."
La Dolorosa del Colegio
Ecuador, pequeña extensión territorial, es tierra fértil de devotos incondicionales a la Madre. Tantas advocaciones fluyen de esta nación, que nos lleva a pensar que lo único que Ella anhela es cuidar de nosotros.
Aunque la advocación de Nuestra Señora de los Dolores es muy famosa ya en el mundo católico; en nuestro país, un milagro acaecido el 20 de abril de 1906 en el interior del Colegio San Gabriel de Quito, la llevó a que se la conozca como La Dolorosa del Colegio.
En el comedor del internado de esta institución, durante la Semana Mayor, un grupo de 35 muchachitos, entre 10 y 17 años comían juntos como de cotidiano. Uno de ellos, Carlos Hermann fija la mirada en el cuadro de Nuestra Señora que adorna la estancia y para su asombro la ve abrir y cerrar los ojos. Para salir de la sopresa, habla de lo que pasa a otro compañero, Jaime Chávez, y éste corrobora el hecho que se propaga rápidamente al resto de comensales.
Avisan del particular al prefecto del colegio, padre Andrés Roesch, y al inspector, hermano Luis Alberdi, que estaban en el comedor con ellos, mas pensaban en un inicio que se trataba de una broma juvenil. Ante la insistencia de los estudiantes, alzan sus ojos hacia el cuadro de La Dolorosa y se percatan de la veracidad de la situación. El prodigio se mantuvo por un tiempo de 15 minutos. Se ordena guardar sigilo y el cuadro es cubierto hasta que fuera analizado por peritos.
Todo el acontecimiento fue revisado por los expertos paso a paso, así mismo, el cuadro en detalle. Finalmente, para terminar el mes de mayo de ese mismo año, se concluyó que el evento fue auténtica manifestación divina.
María Santísima, decían los testigos, los había visto con una dulzura inmensa pero al mismo tiempo había un aire de pesar y agonía en sus bellos ojos.
Pocos años antes, en 1895, el liberalismo anticlerical había surgido en Ecuador, se estaba dando impulso al laicismo en la educación, a la separación del Estado y la Iglesia. Se decretó en 1896 la expulsión de los jesuitas e incluso hubo asaltos y toma de los colegios San Gabriel en Quito (1895) y San Felipe Neri en Riobamba (1897) por parte de tropas liberales.
Antigua estampita religiosa.
La Dolorosa del Colegio
En medio de todo este contexto histórico y duro para la Iglesia católica de aquel entonces, el milagro de La Dolorosa del Colegio San Gabriel, es la prueba visible del amparo y de la sensibilidad de María, que se enmarca siempre actual a la realidad de sus hijos. Dolida por la persecución, el desapego de la fe, la injusticia de los actos para quienes se consagran en servicio fiel a su Hijo, pero al mismo tiempo su ternura maternal que garantiza la protección a la juventud, a la niñez y a todo aquel que a Ella acuda; por ello, la última estrofa de la oración que se le dedica dice, sabia y confiadamente:
"¡Oh Madre Dolorosa!
Protege a la Santa Iglesia,
protege a nuestra Patria,
ampara a la juventud,
defiende a la niñez. Amén."
por Carolina Farto B. Quito abril de 2019
Publicada el 19 de abril de 2019
Publicada el 19 de abril de 2019