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Verdades Olvidadas
Rezar el Ave María, Señal de Predestinación
San Luis explica por qué el Diablo inspiró a los protestantes a rechazar a Nuestra Señora y su papel como Mediadora Universal. Basado en las palabras del Beato Alan de la Roche, el gran Apóstol Mariano nos dice que quienes odian el Ave María, así como los tibios y los negligentes, corren mayor riesgo de ser condenados a castigo eterno.
Por experiencia propia, nos dice san Luis de Montfort, esta devoción que parece tan pequeña es el signo infalible de la salvación eterna, y su ausencia bien puede ser el signo del eterno disgusto de Dios.
San Luis de Montfort
El Beato Alan de la Roche, que era tan profundamente devoto de la Santísima Virgen, recibió muchas revelaciones de Ella, y sabemos que confirmó la verdad de estas revelaciones mediante un juramento solemne. Destacan con especial énfasis tres de ellos:
- El primero, que si las personas no rezan el Ave María, que ha salvado al mundo, por descuido o porque son tibios o porque lo odian, es señal de que probablemente serán condenadas al castigo eterno.
- La segunda verdad es que quienes aman este saludo divino llevan el sello muy especial de la predestinación.
- El tercero es que aquellos a quienes Dios ha dado este favor de amar a Nuestra Señora y de servirla por amor, deben tener mucho cuidado de seguir amándola y sirviéndola hasta el momento en que Ella, por su Hijo, los habrá hecho colocar en el Cielo en el grado de gloria que se han ganado.
Los herejes, todos ellos hijos del diablo y que llevan claramente el signo de la reprobación de Dios, tienen horror al Ave María. Todavía rezan el Padre Nuestro, pero nunca el Ave María;
prefieren llevar encima una serpiente venenosa que un Rosario.
Entre los católicos, aquellos que llevan la marca de la reprobación de Dios piensan muy poco en el Rosario. O se olvidan de decirlo o lo dicen rápidamente y de manera tibia.
Si yo no creyera lo que le fue revelado al beato Alan de la Roche, mi propia experiencia sería suficiente para convencerme de esta terrible pero consoladora verdad. No sé, ni veo claramente, cómo puede ser que una devoción que parece tan pequeña pueda ser signo infalible de la salvación eterna, y cómo su ausencia pueda ser signo del eterno disgusto de Dios; sin embargo, nada podría ser más cierto.
En nuestros días vemos que personas que sostienen nuevas doctrinas que han sido condenadas por la Iglesia, con toda su falsa piedad, ignoran la devoción del Rosario y a menudo disuaden a sus conocidos de rezarlo con toda clase de bellos pretextos. Tienen mucho cuidado de no condenar el Rosario y el Escapulario, como hacen los calvinistas, pero la forma en que se proponen atacarlos es tanto más mortífera cuanto más astuta.
Me referiré nuevamente a ello más adelante.
El Ave María, el Rosario, es la oración y la piedra de toque infalible mediante la cual puedo distinguir a los que son guiados por el Espíritu de Dios de los que son engañados por el Diablo. He conocido almas que parecían volar como águilas a las alturas por su sublime contemplación y, sin embargo, fueron lastimosamente descarriadas por el Diablo. Sólo descubrí cuán equivocados estaban cuando supe que despreciaban el Avemaría y el Rosario, que consideraban muy inferiores a ellos.
El Avemaría es un rocío bendito que cae del Cielo sobre las almas de los predestinados. Les da una maravillosa fertilidad espiritual para que puedan crecer en todas las virtudes. Cuanto más riega el jardín del alma con esta oración, más iluminada se vuelve su mente, más celoso de corazón, más fuerte contra todos nuestros enemigos.
El Avemaría es un dardo agudo y llameante que, unido a la Palabra de Dios, da al predicador la fuerza para traspasar, conmover y convertir los corazones más endurecidos, aunque tenga poco o ningún don natural para la predicación.
Como ya dije, este fue el gran secreto que Nuestra Señora enseñó a Santo Domingo y al Beato Alan para la conversión de herejes y pecadores. San Antonino nos dice que por eso muchos sacerdotes adquirieron la costumbre de rezar un Ave María al comienzo de sus sermones.
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