Buenas y malas maldiciones
En nuestros ambientes católicos saturados de progresismo, es muy común escuchar que los católicos nunca pueden maldecir a nadie. Según esta regla general siempre debemos bendecir y orar por nuestros enemigos.
Esta visión no es objetiva. Los católicos pueden maldecir –y lo hicieron a menudo en el pasado – siempre y cuando no busquen venganza personal, sino por el bien de la justicia. Esto es lo que nos enseña el Papa San Gregorio Magno. A continuación, el análisis de sus palabras por parte de un estudioso.
Papa San Gregorio Magno
Gregorio distingue dos tipos de maldiciones que ocurren en la Biblia, una que aprueba y otra que condena. "Porque una maldición se pronuncia de una manera cuando se basa en el juicio de la justicia, y de otra muy distinta cuando se basa en la malicia de la venganza".
Luego demuestra que la Escritura muestra, por un lado, a Dios y a los hombres santos maldiciendo y, por otro lado, al Apóstol enseñando a los hombres a no maldecir. “Así”, continúa Gregorio, “se dice que Dios maldice y, sin embargo, al hombre se le prohíbe maldecir, porque lo que el hombre hace por malicia de venganza, Dios lo hace sólo con la exactitud y perfección de la justicia”.
Cuando los hombres santos maldicen a una persona, no lo hacen por deseo de venganza, a pesar de que en algunos casos emplean el modo optativo (por ejemplo, “Que sufra privaciones y pérdidas”). El factor gobernante es su comprensión de las demandas de la Justicia Divina.
El análisis de Gregorio le permite concluir que la maldición que hizo Job no provino de la malicia de un culpable de pecado, sino de la integridad de un juez; no procedió de un hombre agitado por la pasión, sino de uno sobrio en la instrucción.1
Lester K. Little, Maldiciones benedictinas, maldiciones litúrgicas en la Francia románica
Cornell University Press, 1998, p. 98.
Publicado el 11 de mayo de 2024
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