A Bad Catholic Is Better than a Heretic

Todo pecador es miserable, pero ninguno más miserable que el hereje. Porque nadie es tan impío, dice San Jerónimo, como aquel a quien el hereje vence con su impiedad (lib. VII in Isaiam). Si algún católico cae en pecado, si comete robo, adulterio o incluso asesinato, ciertamente actúa miserablemente con pecado.

Sin embargo, como hay en él cierto sentido de vida y un fundamento del edificio, hay también la luz del alba, es decir, la fe está en él, y posee muchos y grandes auxilios para alcanzar la vida eterna. No camina en tinieblas. Conoce a su médico. Puede, por la fe que tiene y con la ayuda de Dios, clamar a Dios, edificar sobre el fundamento, invocar al Libertador Común, implorar Su clemencia y misericordia. Tampoco le falta el seno maternal de la Iglesia, que le muestra todas sus farmacias de medicinas espirituales.

Pero el hombre hereje no posee nada de esto: porque, extinguida la luz de la fe en su corazón, persigue sombras y fantasmas vacíos; no sabe adónde va ni adónde corre, se aleja cada vez más del camino. Y siempre está envuelto en una oscuridad más espesa, hasta que pasa de la oscuridad interior, que sufre en el alma, a aquella exterior, que está en la gehenna (el infierno).

Defensio Fidei in causa neophytorum siue Morischorum Regni Valentiae.
Jaime Bleda (O.P.), 1610, tract. II cap. III §1 pp. 236-237

Publicado el 11 de octubre de 2025