El Santo del Día
Humillación de San José - Diciembre 23-25
- Parte IV -
- Parte IV -
“Cuando José volvió a entrar en la cueva y se paró en la entrada, vio a la Virgen con el rostro vuelto hacia el Este, arrodillada sobre la cama de espaldas a él. La vio como si estuviera rodeada de llamas, toda la cueva se llenó de una luz sobrenatural. La miró como Moisés cuando vio la zarza ardiente.”
La cueva y cuna, impregnadas de una luz sobrenatural
“Entonces, lleno de un santo temor, entró en su pequeña celda y se postró en el suelo en oración. Ya no se veía la luz de las lámparas que había encendido José. La Santísima Virgen se arrodilló sobre su alfombra con un amplio manto desabrochado extendido a su alrededor, con el rostro vuelto hacia el Este. A medianoche se vio extasiada en un éxtasis de oración. La vi levantada de la tierra, de modo que vi el suelo debajo de Ella”.
Podemos imaginar los pliegues de su túnica cayendo poéticamente alrededor de su cuerpo, y la figura que hizo suspendida en el aire.
“Estaba a cierta distancia del piso: Sus manos estaban cruzadas sobre su pecho. El resplandor a su alrededor aumentó; todo, incluso las cosas sin vida, estaban en un gozoso movimiento interior”.
¡Ven lo maravillosa que es la imagen!
“Las piedras del techo, de las paredes y del suelo de la cueva cobraron vida a la luz, movidas como por el amor de las cosas inanimadas por Dios que las había creado.”
La idea de que las piedras palpitaron mientras que los corazones de los judíos no, hace un hermoso contraste. Es necesario conectar estas cosas para entender los símbolos. Catalina Emmerick no dice esto porque no es analista, no analiza nada; ella nos deja observar y hacer el análisis. Pero el vínculo es obvio y muy conmovedor.
Nuestro Señor, transfigurado con luz en Su nacimiento
“Entonces ya no vi el techo de la cueva; un camino de luz se abrió sobre María, elevándose con gloria cada vez mayor hacia una estrella brillante en la altura del Cielo”.
Ella quedó, pues, como un pequeño punto colocado al pie de aquella colosal estrella. Era simultáneamente el ápice de la humildad y la grandeza. ¡Qué pequeña era Ella junto a esa gran estrella! Pero, ¡qué grandeza la de la persona sobre la que se alza esa estrella! ¡Cualquier forma terrenal de grandeza no es nada en comparación con esto!
“En este camino de luz hubo un maravilloso movimiento de glorias celestiales acercándose a la tierra hasta aparecer más claramente en forma de Coros de Ángeles. Mientras tanto, la Santísima Virgen, suspendida en éxtasis, rezaba y miraba hacia abajo, adorando a su Dios, del que se había convertido en Madre.”
Así con un tacto extraordinario Ana Catalina Emmerich cuenta que nació el Niño. Un teólogo o un gran autor no podría describirlo mejor. Mientras rezaba en éxtasis, nació el Niño. Miró sobre ella a la Santísima Trinidad, y después miró hacia abajo para ver a la Segunda Persona Encarnada, ¡su Hijo! ¿Qué más vería o haría? Ella solo podía mirar hacia abajo a Cristo. Su misión fue cumplida; la Palabra de Dios estaba allí, en el suelo.
“El Verbo de Dios yacía en la tierra ante Ella sobre un cojín en la forma de un Niño recién nacido indefenso.”
Nuestro Señor nació sobre un cojín en el suelo. ¿Cómo? Es un misterio que no conocemos. Sólo sabemos que Nuestra Señora fue virgen antes, durante y después del parto. Pero no creo que nadie pueda describir este nacimiento con más tacto o mejor que ella.
“Vi a Nuestro Redentor como un Niño diminuto, resplandeciendo con una luz que superaba todo el resplandor circundante, recostado sobre el cojín ante las rodillas de la Virgen María. Me pareció como si al principio fuera muy pequeño y luego creciera ante mis ojos. Pero el movimiento del intenso resplandor fue tal que no puedo decir con certeza cómo lo vi”.
Nuestro Señor, más luminoso que la estrella de arriba
Vemos en el Pesebre varias luces: la luz de las lámparas de San José eclipsada por la luz de la estrella; la luz de la estrella eclipsada por el Niño Jesús. Había varias luces que seguían una jerarquía, una eclipsada por la otra. En realidad uno completaba al otro, como suele suceder en una verdadera jerarquía.
“La Santísima Virgen permaneció por algún tiempo extasiada. Entonces la vi poniendo un paño sobre el Niño, pero al principio no lo tocó ni lo tomó en sus brazos.”
Miren la serenidad. Todo está repleto de templanza, tranquilidad, cariño y respeto: de adoración.
“Después de un tiempo vi moverse al Niño Jesús y lo escuché llorar.”
Era el primer llanto que continuaría hasta el Eli, Eli lamma sabacthani? - Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Él era el Redentor, el gran Sufridor.
“En ese momento María pareció recobrar el conocimiento y tomó al Niño, lo envolvió en el paño que lo cubría y lo tomó entre sus brazos, acercándolo a su pecho.”
Después de que Ella saliera de su éxtasis, Él lloró y Ella lo consoló: Consolatrix aflictorum – Consuelo de los Afligidos.
“Ella se sentó allí envolviéndose a sí misma y al Niño completamente en su velo, y creo que María amamantó al Redentor.
Nuestra Señora toma al Niño Jesús para alimentarlo
“Vi a los Ángeles a su alrededor en formas humanas, inclinándose y adorando al Niño recién nacido. Podría haber sido una hora después de Su Nacimiento cuando María llamó a San José, quien aún estaba postrado en oración. Cuando estuvo cerca, se postró de nuevo, lleno de júbilo, humildad y fervor. Sólo cuando María le pidió que tomara en su corazón el Sagrado y Altísimo Don, con alegría y agradecimiento, el santo regalo del Dios Altísimo, se levantó y recibió al Niño Jesús en sus brazos”.
Podemos imaginar la invitación de Nuestra Señora: “Esposo mío, tómalo en tus brazos”. Ejerce su rol de mediadora. El Niño va a Su Padre porque la Madre se lo pide, ella es la Medianera Universal de todas las gracias. Podemos imaginarnos cómo lo adoraba San José.
¿Cuál habría sido la relación de San José con Nuestra Señora y el Niño Jesús en esta ocasión? Debería haber sido una cosa verdaderamente maravillosa.
“Derramando lágrimas de pura alegría José dio gracias a Dios por el Don recibido del Cielo.”
San José abraza al Niño Jesús por primera vez
“Entonces la Santísima Virgen envolvió al Niño Jesús en pañales... Entonces vi a María y a José sentados uno al lado del otro sobre la tierra desnuda, con los pies debajo de ellos. No hablaron, y parecían estar ambos absortos en tranquila contemplación”.
Hubo lo que podemos llamar propiamente una verdadera consonancia entre ellos. No necesitaban hablar. Cada uno sabía perfectamente lo que sentía el otro.
“Sobre la alfombra, delante de María, yacía Jesús recién nacido en pañales, un Niño pequeño, hermoso y brillante como un relámpago... Luego acostaron al Niño en el pesebre, que estaba lleno de juncos y plantas delicadas y cubierto con un mantel que colgaba a los lados. Estaba sobre la piedra que yacía en el suelo, a la derecha de la entrada, donde la cueva se curva y se ensancha hacia el sur... Después de acostar al Niño en el pesebre, quedaron los dos a cada lado de Él, cantando cánticos de alabanza a Dios y derramando lágrimas de alegría”.
Sería muy hermoso escuchar a Nuestra Señora cantando y San José respondiendo, o tal vez sus voces entrelazadas. Ciertamente estaban cantando los Salmos y otros himnos proféticos sobre el Niño que había de venir. Debería haber sido de un cántico de una armonía única.
“José dispuso entonces el lugar de descanso de la Santísima Virgen y su asiento junto al Pesebre. Tanto antes como después del Nacimiento de Jesús, vi a la Virgen vestida de blanco y velada. Allí la vi en los primeros días después de la Natividad, sentada, arrodillada, de pie y durmiendo de lado, pero nunca la vi enferma ni cansada”.
Nuestra Señora fue concebida sin pecado original y por lo tanto no estuvo sujeta a nuestras miserias.
Nuestra Señora, la Mediadora Universal
Cuando vayamos a comulgar debemos recordar la ternura, la veneración y la adoración que le dio Nuestra Señora cuando nació y lo tuvo en sus brazos, o cuando San José lo recibió de Ella. Debemos pedirle que nos dé una buena Comunión como le dio a San José la gracia de tener al Niño Jesús en sus brazos. Este es el papel de mediación de Nuestra Señora. Fue mediadora también de San José. Pidámosle, pues, la gracia de tener una buena Misa llena de la ternura de la Nochebuena.
Pero como estamos en la lucha por la Iglesia, no podíamos olvidar la hora dramática por la que atraviesa la Iglesia. Entonces, debemos pedir a Nuestro Señor, a través de las oraciones de Nuestra Señora y San José, que acorte el sufrimiento de la Iglesia y haga que el Reino de María venga pronto.
Humillación de San José - Parte II
Humillación de San José - Parte III
Los textos de los datos biográficos y los comentarios provienen de notas personales tomadas por Atila S. Guimarães de 1964 a 1995. Dado que la fuente es un cuaderno personal, es posible que a veces las notas biográficas transcritas aquí no sean rigurosas siga el texto original leído por el Prof. Plinio. Los comentarios también se han adaptado y traducido para el sitio de TIA.