NOTICIAS: 30 de octubre de 2021
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PARROQUIAS FUSIONANTES -
A principios de octubre, la Arquidiócesis de Cincinnati informó al público que está en proceso de reestructurar el 70% de sus parroquias. Esto significa que las 208 parroquias actuales de esa Arquidiócesis serán agrupadas y reducidas a 60. En noviembre se anunciarán esas 60 iglesias que albergan las parroquias fusionadas y las otras 148 parroquias se cerrarán o se pondrán a la venta.
Para evitar la oposición de los fieles, que en otras diócesis han recurrido a los tribunales civiles para reclamar sus derechos sobre las iglesias por las que pagaron con sus aportes, la Arquidiócesis ha ideado un truco jurídico: las parroquias fusionadas inicialmente serán consideradas independientes, es decir, cada una seguirá teniendo sus propios horarios, actividades y libros financieros. Esto supuestamente detendrá la marea de disensión y acostumbrará a los fieles a los eventuales cierres.
Este procedimiento jurídico se está probando como modelo a aplicar a otras diócesis que aún no han entrado en el proceso de fusión / cierre.
Creo que tal artimaña no es muy ingeniosa y los fieles no se dejarán engañar por ella.
Un viejo proceso que continúa
Este proceso de cerrar iglesias no es nuevo. Ha estado sucediendo durante más de 20 años. Entre otros, en las Arquidiócesis de New York, Boston, Chicago y Detroit hace mucho tiempo que entraron en este proceso. Más de una vez hemos mostrado sus inconvenientes y el daño que representa para la Iglesia (aquí, aquí y aquí).
Entonces, ¿por qué el tema del cierre de iglesias y la fusión de parroquias resurge ahora en los medios de comunicación y atrae la atención del público? Es porque el número de católicos practicantes ha disminuido drásticamente en los últimos dos años, lo que justifica una nueva ofensiva progresista para fusionar / cerrar parroquias y vender iglesias.
Hasta 2020, vimos la constante erosión del número de católicos que asistían a la Misa y practicaban su Fe debido al fracaso de la "pastoral" del Vaticano II.
De hecho, el Concilio, con su "adaptación oficial de la Iglesia al mundo moderno" realizada principalmente a través de su Constitución Gaudium et spes, alegó que traería a la Iglesia muchas más personas que antes. Sin embargo, sucedió lo contrario. La Iglesia posconciliar con sus concesiones y extravagancias no conquistó a las masas.
La adaptación del clero y las órdenes religiosas al mundo moderno tuvo como resultado el vaciamiento progresivo de las rectorías, monasterios y conventos. A los pocos candidatos atraídos a seminarios y noviciados se les enseñó a Nietzsche, Freud, Darwin y Marx en sus clases en lugar de Santo Tomás, San Agustín, San Buenaventura y San Anselmo. El resultado fue que el clero, los monjes y las monjas, en lugar de ser modelos de la doctrina católica y ejemplos de buenas costumbres, se convirtieron en los representantes más radicales de la Revolución. Como consecuencia, los escándalos morales se dispararon en esas instituciones: la homosexualidad, el lesbianismo y la pedofilia se convirtieron en su vergonzosa marca registrada.
La juventud doctrinalmente sólida evitó los seminarios y los noviciados, y la consecuencia predecible era la escasez de sacerdotes y religiosos y religiosas.
La Misa, como sabemos, fue reformada para complacer a los protestantes. Los laicos, en gran medida, comenzaron a asumir el papel de sacerdotes. Se prohibió el silencio y el recogimiento. El diálogo se instaló como parte esencial de la Misa. Las mujeres ingresaron al presbiterio y asumieron indebidamente los roles de lectoras y acólitas. La música moderna se introdujo en la liturgia, provocando todo tipo de abusos.
El resultado fue que innumerables católicos serios abandonaron las iglesias. Esta constante disminución en su asistencia a misa ha sido reportada en todas las estadísticas.
Para resolver el problema que creó, en lugar de volver al correcto camino tradicional, la Iglesia Conciliar aplicó otro falso remedio. Comenzó a imitar a los movimientos protestantes pentecostales y carismáticos en sus métodos y "piedad".
Entonces, vimos una nueva ola de novedades moviendo a la Iglesia Conciliar hacia un misticismo barato en el que el "Espíritu Santo" se hacía presente en cada ceremonia produciendo "conversiones" en serie... Los sacerdotes-charlatanes atraían a idiotas convencidos de que entraban diariamente en éxtasis sublimes , cuando en realidad, sin saberlo, estaban experimentando exactamente lo que sucede en los rituales vudú cuando los participantes están poseídos por sus Orixás o diablos.
El movimiento carismático "católico" trajo muchas "vocaciones" a los seminarios progresistas. Otro flagelo entró en escena. Estos movimientos generaron sacerdotes cantantes y monjas bailarinas en actuaciones más adecuadas para circos, lo que aumentó aún más la desacralización de las ceremonias de la Iglesia. En ocasiones atrajeron a un público enorme de personas que buscaban emociones. Estos seguidores se autodenominan erróneamente católicos, dado que ignoran los principios más elementales de nuestra Santa Fe.
Incluso este recurso a la demagogia protestante, no detuvo sin embargo, la marea menguante en la asistencia a la misa.
Este continuo reflujo de católicos de la Iglesia explica las varias oleadas de cierres de iglesias que ya hemos visto.
Último intento de acabar con la asistencia a misa
Para agravar la situación, el Papa Francisco dio el año pasado un golpe casi fatal a la participación de los fieles en las ceremonias y los sacramentos de la Iglesia con el pretexto de evitar el Covid-19.
Tan pronto como la epidemia se instaló en Italia, Francisco les dijo a los católicos que no fueran a misa e instruyó a los sacerdotes para que no les dieran asistencia religiosa. Administrar la confesión, la comunión y la extremaunción a quienes estaban en su lecho de muerte se consideró una situación posiblemente contagiosa.
Contrariamente a las costumbres anteriores de la Iglesia en tales emergencias, Francisco aconsejó a los católicos que asistieran en la misa por medio de televisores, computadoras, ipads, teléfonos celulares u otros dispositivos modernos similares. En cuanto a la Confesión, recomendó que los fieles se confiesen directamente a Dios, como los protestantes, prescindiendo de la indispensable presencia del sacerdote.
Cuando pasó la fase más rigurosa del pánico del Covid y se reabrieron las misas, las diferentes demandas sanitarias de las autoridades religiosas fueron tan onerosas - distanciamiento social, máscaras, prueba de vacunación, etc. - que una parte considerable de los católicos practicantes no regresó a la Iglesia.
Los pocos que regresaron no pudieron sostener los gastos financieros para mantener las iglesias con sus respectivas rectorías y edificios adjuntos. El resultado fue que llegó una nueva ola de cierres.
Esto es lo que explica por qué Cincinnati se ha presentado como un modelo para las diócesis que aún no han entrado en el proceso de cerrar / fusionar iglesias y parroquias. Es un modelo para esta nueva etapa a pesar de que el proceso lleva varias décadas en marcha.
Ahora, una última pregunta indispensable: ¿Fue esta continua erosión de la asistencia a misa, solo una fatalidad accidental, una consecuencia de la influencia de un mundo neopagano? ¿O fue planeado de antemano?
Cuando sabemos que mucho antes del Concilio importantes progresistas como el P. Joseph Ratzinger y el Cardenal Yves Congar Ya habían anunciado un plan para reducir la Iglesia Católica a una pequeña institución, sin grandes iglesias y majestuosos edificios, formada por pequeños grupos reunidos en casas o salones alquilados, nos preguntamos si el resultado de esta crisis conciliar no fue intencionalmente promovido para destruir a la Santa Madre Iglesia.
Para evitar la oposición de los fieles, que en otras diócesis han recurrido a los tribunales civiles para reclamar sus derechos sobre las iglesias por las que pagaron con sus aportes, la Arquidiócesis ha ideado un truco jurídico: las parroquias fusionadas inicialmente serán consideradas independientes, es decir, cada una seguirá teniendo sus propios horarios, actividades y libros financieros. Esto supuestamente detendrá la marea de disensión y acostumbrará a los fieles a los eventuales cierres.
Este procedimiento jurídico se está probando como modelo a aplicar a otras diócesis que aún no han entrado en el proceso de fusión / cierre.
Creo que tal artimaña no es muy ingeniosa y los fieles no se dejarán engañar por ella.
Un viejo proceso que continúa
Este proceso de cerrar iglesias no es nuevo. Ha estado sucediendo durante más de 20 años. Entre otros, en las Arquidiócesis de New York, Boston, Chicago y Detroit hace mucho tiempo que entraron en este proceso. Más de una vez hemos mostrado sus inconvenientes y el daño que representa para la Iglesia (aquí, aquí y aquí).
Católicos protestan en Chicago por el cierre de sus iglesias - Sun Times
Hasta 2020, vimos la constante erosión del número de católicos que asistían a la Misa y practicaban su Fe debido al fracaso de la "pastoral" del Vaticano II.
De hecho, el Concilio, con su "adaptación oficial de la Iglesia al mundo moderno" realizada principalmente a través de su Constitución Gaudium et spes, alegó que traería a la Iglesia muchas más personas que antes. Sin embargo, sucedió lo contrario. La Iglesia posconciliar con sus concesiones y extravagancias no conquistó a las masas.
La adaptación del clero y las órdenes religiosas al mundo moderno tuvo como resultado el vaciamiento progresivo de las rectorías, monasterios y conventos. A los pocos candidatos atraídos a seminarios y noviciados se les enseñó a Nietzsche, Freud, Darwin y Marx en sus clases en lugar de Santo Tomás, San Agustín, San Buenaventura y San Anselmo. El resultado fue que el clero, los monjes y las monjas, en lugar de ser modelos de la doctrina católica y ejemplos de buenas costumbres, se convirtieron en los representantes más radicales de la Revolución. Como consecuencia, los escándalos morales se dispararon en esas instituciones: la homosexualidad, el lesbianismo y la pedofilia se convirtieron en su vergonzosa marca registrada.
La juventud doctrinalmente sólida evitó los seminarios y los noviciados, y la consecuencia predecible era la escasez de sacerdotes y religiosos y religiosas.
La Misa, como sabemos, fue reformada para complacer a los protestantes. Los laicos, en gran medida, comenzaron a asumir el papel de sacerdotes. Se prohibió el silencio y el recogimiento. El diálogo se instaló como parte esencial de la Misa. Las mujeres ingresaron al presbiterio y asumieron indebidamente los roles de lectoras y acólitas. La música moderna se introdujo en la liturgia, provocando todo tipo de abusos.
El resultado fue que innumerables católicos serios abandonaron las iglesias. Esta constante disminución en su asistencia a misa ha sido reportada en todas las estadísticas.
Para resolver el problema que creó, en lugar de volver al correcto camino tradicional, la Iglesia Conciliar aplicó otro falso remedio. Comenzó a imitar a los movimientos protestantes pentecostales y carismáticos en sus métodos y "piedad".
Arriba, Carismáticos "católicos" que reciben el "Espíritu Santo"; abajo , una mujer del vudú brasileño - Candomblé - recibiendo un orixá
El movimiento carismático "católico" trajo muchas "vocaciones" a los seminarios progresistas. Otro flagelo entró en escena. Estos movimientos generaron sacerdotes cantantes y monjas bailarinas en actuaciones más adecuadas para circos, lo que aumentó aún más la desacralización de las ceremonias de la Iglesia. En ocasiones atrajeron a un público enorme de personas que buscaban emociones. Estos seguidores se autodenominan erróneamente católicos, dado que ignoran los principios más elementales de nuestra Santa Fe.
Incluso este recurso a la demagogia protestante, no detuvo sin embargo, la marea menguante en la asistencia a la misa.
Este continuo reflujo de católicos de la Iglesia explica las varias oleadas de cierres de iglesias que ya hemos visto.
Último intento de acabar con la asistencia a misa
Para agravar la situación, el Papa Francisco dio el año pasado un golpe casi fatal a la participación de los fieles en las ceremonias y los sacramentos de la Iglesia con el pretexto de evitar el Covid-19.
Tan pronto como la epidemia se instaló en Italia, Francisco les dijo a los católicos que no fueran a misa e instruyó a los sacerdotes para que no les dieran asistencia religiosa. Administrar la confesión, la comunión y la extremaunción a quienes estaban en su lecho de muerte se consideró una situación posiblemente contagiosa.
Contrariamente a las costumbres anteriores de la Iglesia en tales emergencias, Francisco aconsejó a los católicos que asistieran en la misa por medio de televisores, computadoras, ipads, teléfonos celulares u otros dispositivos modernos similares. En cuanto a la Confesión, recomendó que los fieles se confiesen directamente a Dios, como los protestantes, prescindiendo de la indispensable presencia del sacerdote.
Solo unos pocos católicos pueden regresar a misa; arriba, Iglesia Católica de San Jorge en Baton Rouge
Los pocos que regresaron no pudieron sostener los gastos financieros para mantener las iglesias con sus respectivas rectorías y edificios adjuntos. El resultado fue que llegó una nueva ola de cierres.
Esto es lo que explica por qué Cincinnati se ha presentado como un modelo para las diócesis que aún no han entrado en el proceso de cerrar / fusionar iglesias y parroquias. Es un modelo para esta nueva etapa a pesar de que el proceso lleva varias décadas en marcha.
Ahora, una última pregunta indispensable: ¿Fue esta continua erosión de la asistencia a misa, solo una fatalidad accidental, una consecuencia de la influencia de un mundo neopagano? ¿O fue planeado de antemano?
Cuando sabemos que mucho antes del Concilio importantes progresistas como el P. Joseph Ratzinger y el Cardenal Yves Congar Ya habían anunciado un plan para reducir la Iglesia Católica a una pequeña institución, sin grandes iglesias y majestuosos edificios, formada por pequeños grupos reunidos en casas o salones alquilados, nos preguntamos si el resultado de esta crisis conciliar no fue intencionalmente promovido para destruir a la Santa Madre Iglesia.