Historias y Leyendas
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San Agustín Avergüenza al Hereje Fortunatus


San Posidio, siglo V
En la ciudad de Hipona de aquel entonces, la plaga de los maniqueos se había permeado e infectado a muchos. Tanto ciudadanos como extranjeros habían sido seducidos y engañados por cierto presbítero de esa herejía, de nombre Fortunatus, que vivía y habitaba allí.

Mientras tanto, los católicos de Hipona acudieron a Agustín y le exigieron que se encontrara con el maniqueo Fortunatus, que tenía fama de ser un hombre culto, y discutiera con él sobre la Ley. Esto lo aceptó sin dudarlo. Porque, como está escrito, Agustín estaba "dispuesto a dar una respuesta a todo hombre que le preguntara una razón de la esperanza y la fe que hay en Dios, y supo por la sana doctrina, tanto exhortar, como refutar a los contrarios".

disputa agsutin fortunato

La disputa con el hereje Fortunatus, Iglesia de San Agustín, San Gimignano

Pero primero buscó saber si Fortunatus estaba dispuesto a que se llevara a cabo este debate.

Inmediatamente informaron del asunto a Fortunatus preguntando, instando e incluso exigiendo que no se negara en ningún caso. Pero como Fortunato había conocido previamente al santo Agustín en Cartago, cuando el propio Agustín todavía estaba atrapado en este mismo error, tuvo miedo de encontrarse con él.

Sin embargo, se sintió muy incitado y avergonzado por la insistencia de sus seguidores y les prometió que se encontraría con él cara a cara y entraría en el debate.

Entonces, se reunieron en un momento y lugar señalados. En dicho sitio se reunieron también y rápidamente muchas personas interesadas y multitud de curiosos. Cuando se abrieron los libros del encargado del registro, la discusión comenzó el primer día y terminó el segundo.

En esta discusión, el maestro maniqueo, como lo prueba la evidencia del registro, no pudo refutar el argumento católico ni pudo probar que la secta de los maniqueos estaba fundada en la verdad. Pero fallando en su respuesta final, declaró que remitiría a sus superiores los argumentos que no había podido refutar, y si acaso no le satisfacían en estos asuntos, se ocuparía del bienestar de su propia alma.

Después de esta derrota del maniqueo Fortunatus, todos los que antes lo habían considerado grande y sabio ahora juzgaban que no había logrado nada en la defensa de su propia secta. Abrumado por la confusión, abandonó la ciudad de Hipona poco después y no volvió a ella.

Así, ese memorable hombre de Dios, Agustín, quitó ese error de los corazones de todos los presentes, incluso de los ausentes que supieron lo que había hecho y la Fe Católica fue declarada y sostenida como la Verdadera Religión.

disputa

San Augustín, centro , debate con Fortunatus, el hombre rubio con sombrero negro, primer plano
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Maestro de Umbría, circa 1500



Extracto de La vida de San Agustín, de Posidio,
transcrito por Roger Pearse, Ipswich, Reino Unido, 2008
Publicado el 31 de agosto de 2020

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