León XIII: Toda verdad revelada, sin excepción, debe ser aceptada

Verdades Olvidadas

“Toda verdad revelada, sin excepción, debe ser aceptada”

En vista de la reciente acción escandalosa del Papa Francisco que agregó 21 “mártires” cismáticos coptos al Martirologio Romano Católico, parece oportuno señalar la enseñanza perenne de la Iglesia que instruye nosotros que no podemos estar en comunión con nadie que no se adhiera completamente a los principios de nuestra Santa Fe.

De hecho, León XIII en su Encíclica Satis cognitum declara que la Iglesia debe considerar como “rebeldes” y expulsar de sus filas a todo aquel que tenga creencias en cualquier punto de la doctrina diferente a la suya.

Agregamos este extracto a la numerosa colección de documentos del Santo Magisterio que ya hemos publicado demostrando esta verdad (por ejemplo, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y aquí).

León XIII
La Iglesia, fundada sobre estos principios y consciente de su oficio, no ha hecho nada con mayor celo y empeño que el que ha desplegado en guardar la integridad de la Fe. Por lo tanto, consideró rebeldes y expulsó de las filas de sus hijos a todos los que sostenían creencias en cualquier punto de doctrina diferente a la suya.

Los arrianos, los montanistas, los novacianos, los cuartodecimanos, los eutiquianos, ciertamente no rechazaron toda la doctrina católica: abandonaron solo una pequeña porción de ella. Aún así, ¿quién no sabe que fueron declarados herejes y desterrados del seno de la Iglesia? De la misma manera fueron condenados todos los autores de principios heréticos que los siguieron en épocas posteriores. "No puede haber nada más peligroso que aquellos herejes que admiten casi todo el ciclo de la doctrina y, sin embargo, con una sola palabra, como con una gota de veneno, infectan la Fe real y simple enseñada por Nuestro Señor y transmitida por la tradición apostólica". (Auctor Tract. de Fide Ortodoxa contra Arianos).

La práctica de la Iglesia ha sido siempre la misma, como lo demuestra la enseñanza unánime de los Padres, que solían tener como fuera de la comunión católica y ajeno a la Iglesia, a quien se apartase en lo más mínimo de cualquier punto de doctrina propuesta por su Magisterio autorizado.

Epifanio, Agustín, Teodoreto, elaboraron una larga lista de las herejías de su tiempo. San Agustín señala que pueden surgir otras herejías, y que si alguno da su asentimiento a una sola de ellas, está por el mismo hecho separado de la unidad católica: "Nadie que simplemente no cree en todas estas herejías [que acababa de enumerar] puede por eso considerarse católico o llamarse a sí mismo católico. Porque puede haber o pueden surgir algunas otras herejías, que no están expuestas en este trabajo nuestro y, si cualquiera que tenga uno solo de estos, no es católico» (S. Augustinus, De Haeresibus, n. 88)...

Por lo cual, como se desprende de lo dicho, Cristo instituyó en la Iglesia un Magisterio vivo, autorizado y permanente, que fortaleció con su propio poder, enseñó con el Espíritu de la verdad y confirmó con milagros. Él quiso y ordenó, bajo las penas más graves, que sus enseñanzas fueran recibidas como si fueran las suyas. Por lo tanto, tan a menudo como se declara sobre la autoridad de esta enseñanza que este o aquel principio está contenido en el depósito de la Revelación Divina, entonces todos deben creerlo como verdadero.

Si de alguna manera pudiera ser falsa, se sigue una contradicción evidente; porque entonces Dios mismo sería el autor del error en el hombre. "Señor, si nos equivocamos, somos engañados por Ti" (Ricardus de S. Victore, De Trinitate, lib. I., cap. 2).

De esta manera, quitada toda causa de duda, ¿puede ser lícito que alguien rechace cualquiera de esas verdades sin caer por el mismo hecho en herejía? sin separarse de la Iglesia? sin repudiar en un acto radical toda la enseñanza cristiana? Porque tal es la naturaleza de la Fe que nada puede ser más absurdo que aceptar algunas cosas y rechazar otras.

León XIII, Encíclica Satis cognitum del 29 de junio de 1896
Publicado el 22 de mayo de 2023

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