Sociedad Orgánica
Familia, matrimonio y sublimidad
El papel de la familia como estudiamos en los artículos anteriores modifica por completo la vida real de las personas, por ejemplo, en materia de matrimonio.
La forma en que se consideraba el matrimonio empezó a cambiar más o menos después de la Revolución Francesa. Comenzó a transformarse en el drama de un hombre que no se entiende en su propio medio y busca a una joven única que tenga una afinidad única con él. Con esta mujer ideal sueña encontrar una relación única de armonía y unidad de sentimiento y pensamiento. A partir de esta idea nació el romanticismo.
Ahora bien, esto casi nunca ocurre con dos personas alejadas del ámbito familiar, que son forasteros en la familia, incluso cuando viven en una casa familiar.
Este aspecto de la vida ha sido completamente falsificado hoy por nuestras costumbres psicológicas y morales, que conducen a la sensualidad salvaje que vemos en todas partes.
Cuando analizamos la situación, vemos que lo que falta es el apoyo que proviene de la comprensión moral y el cariño que se tienen los miembros de la familia, que, basados en la fe católica, les proporcionen un mismo marco de pensamiento sobre diferentes asuntos. La carencia de este elemento hace que el hombre moderno viva como pez fuera del agua, incluso en familia.
La realidad que resulta de una sociedad orgánica debe entenderse de otra manera.
No podemos decir que la familia vive aislada en una ciudad. La ciudad es una familia de familias que tienen cierta afinidad, aun cuando no tengan consanguinidad o una consanguinidad muy remota, lo que aún permite realizar matrimonios.
Como punto de partida está la unión de almas conferida por la fe católica; luego, la homogeneidad afectiva y sentimental proporcionada por la familia así como una similitud de ideas. A continuación, tenemos la ciudad como una familia de familias. La vida de la Familia A es completamente diferente a la vida de la Familia B, pero a la vez tan parecida que un grupo de familias que habitan en la misma ciudad constituyen una familia de familias.
Un joven que busca a una joven para cortejar en otra familia encuentra a una chica ya preparada para vivir en la institución de la familia, una familia que tiene afinidades con la suya, aunque los dos no se conocen bien.
Si ese joven fuera a Birmania, digamos, y encontrara una mujer joven para casarse, la situación sería completamente diferente.
En cambio, los dos futuros esposos comparten una afinidad basada en una especie de proximidad que establece un modo de ser, de convivencia y de buen entendimiento, que son premisas para una buena convivencia.
Instituciones nacidas de la familia
Este ambiente de simpatía produce una fuerte cohesión y colaboración mutua, lo que provoca la necesidad común de estos grupos de familias de generar instintivamente instituciones nacidas de la familia, nacidas de este sentimiento que nutre a esas familias.
Los gremios y demás instituciones medievales nacieron de la familia porque nacieron de ese ámbito en el que las familias viven y se expanden.
Estas instituciones no pueden verse como peligrosos tentáculos de cuerpos extraños dañinos, como en tantas instituciones modernas. Son componentes naturales de la vida orgánica de la sociedad.
Pienso que en un momento determinado la Revolución intentará remodelar la vida de familia a partir de la concepción in vitro y la ingeniería genética. Este modelo sería la familia proyectada por los técnicos que se han apartado del camino de Dios. Esta ya no sería la familia, sino una caricatura de ella, acompañada de la maldición de Dios más que de su bendición.
Fomentar el amor al prójimo
El ambiente familiar católico debe tener algo de sentido místico común, que favorezca el correcto desarrollo del sentimiento que hemos descrito. Cuando entramos en una casa de una familia bien constituida, sentimos la presencia de un alma colectiva, que es el espíritu de esa familia. No es un ser, sino la psicología de esa familia envuelta en las bendiciones de Dios.
Estas bendiciones provienen del Sacramento del Matrimonio, de la autoridad natural y santa de los padres, del amor natural y santo entre los hermanos. Es una característica única que ninguna otra institución tiene.
Al hombre le cuesta hoy sacar adelante la sociedad porque le cuesta practicar el amor al prójimo.
La familia alimenta el apetito de amar al prójimo y favorece amigablemente el cumplimiento de este arduo deber. Cuando una sociedad carece de una vida familiar fuerte, el amor al prójimo es débil.
¿Cuán diferente se habría desarrollado la sociedad si el absolutismo real no hubiera entrado en el Renacimiento y el Antiguo Régimen, abriendo las puertas a todo tipo de intervenciones estatales y planes económicos artificiales que desmantelaban la familia? Si la institución de la familia no se hubiera roto, ¿qué podría haber nacido de ella? Esta es una pregunta fascinante para reflexionar.
Sublimidad, una aspiración para la familia
La familia aumenta en vitalidad a medida que tiende hacia lo sublime. Tiene una sublimidad natural, que debe ser coronada por la sublimidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Tanto en una familia natural como en una familia de almas, los miembros deben mantener en lo posible un tono de seriedad, gravedad y amor a lo sublime. El amor por lo sublime produce, como un fruto profundo pero subconsciente, el deseo de agradar al otro, de estar en armonía con el otro. Cuando no hay armonía es porque falta el amor de lo sublime.
El punto de partida de una auténtica dinámica social y psicología social es el amor de Dios, centrado en el amor a lo sublime. Cuando esto ocurre, surge una tendencia a buscar el aspecto sublime de todas las cosas y convertirse en la nota dominante.
El aspecto más elevado de la sublimidad se encuentra en el Sagrado Corazón de Jesús. Después, contemplamos la sublimidad del padre y la madre, el origen de la familia. Todo tiene un principio sublime que corresponde a la gracia del Bautismo. Las almas bien constituidas comprenden estos aspectos y sienten afinidad con otras que hacen lo mismo. De ahí viene una disposición temperamental a unirse a la Iglesia.
Una familia que tiene la noción de cómo debe ser una familia perfecta -aún cuando sus miembros saben que no pueden realizar ese modelo- y ama ese ideal modelo perfecto termina por ver el mejor aspecto de sus miembros. Ese modelo perfecto les ayuda a elevarse en todo lo perfectible de sus vidas.
Algo análogo sucede en las demás esferas de la sociedad, ya que podemos imaginar distintos tipos de sublimidades. Hay, pues, una sublimidad propia de la familia, otra de la comunidad, y otras del municipio, de la provincia, de la nación, y hasta de los diversos ámbitos de la cultura y la civilización.
Publicado el 25 de abril de 2022
La forma en que se consideraba el matrimonio empezó a cambiar más o menos después de la Revolución Francesa. Comenzó a transformarse en el drama de un hombre que no se entiende en su propio medio y busca a una joven única que tenga una afinidad única con él. Con esta mujer ideal sueña encontrar una relación única de armonía y unidad de sentimiento y pensamiento. A partir de esta idea nació el romanticismo.
Ahora bien, esto casi nunca ocurre con dos personas alejadas del ámbito familiar, que son forasteros en la familia, incluso cuando viven en una casa familiar.
Este aspecto de la vida ha sido completamente falsificado hoy por nuestras costumbres psicológicas y morales, que conducen a la sensualidad salvaje que vemos en todas partes.
En un matrimonio católico los cónyuges tienen la misma formación de fe y educación.
La realidad que resulta de una sociedad orgánica debe entenderse de otra manera.
No podemos decir que la familia vive aislada en una ciudad. La ciudad es una familia de familias que tienen cierta afinidad, aun cuando no tengan consanguinidad o una consanguinidad muy remota, lo que aún permite realizar matrimonios.
Como punto de partida está la unión de almas conferida por la fe católica; luego, la homogeneidad afectiva y sentimental proporcionada por la familia así como una similitud de ideas. A continuación, tenemos la ciudad como una familia de familias. La vida de la Familia A es completamente diferente a la vida de la Familia B, pero a la vez tan parecida que un grupo de familias que habitan en la misma ciudad constituyen una familia de familias.
Un joven que busca a una joven para cortejar en otra familia encuentra a una chica ya preparada para vivir en la institución de la familia, una familia que tiene afinidades con la suya, aunque los dos no se conocen bien.
Si ese joven fuera a Birmania, digamos, y encontrara una mujer joven para casarse, la situación sería completamente diferente.
En cambio, los dos futuros esposos comparten una afinidad basada en una especie de proximidad que establece un modo de ser, de convivencia y de buen entendimiento, que son premisas para una buena convivencia.
Instituciones nacidas de la familia
Este ambiente de simpatía produce una fuerte cohesión y colaboración mutua, lo que provoca la necesidad común de estos grupos de familias de generar instintivamente instituciones nacidas de la familia, nacidas de este sentimiento que nutre a esas familias.
Los gremios y demás instituciones medievales nacieron de la familia porque nacieron de ese ámbito en el que las familias viven y se expanden.
Estas instituciones no pueden verse como peligrosos tentáculos de cuerpos extraños dañinos, como en tantas instituciones modernas. Son componentes naturales de la vida orgánica de la sociedad.
Pienso que en un momento determinado la Revolución intentará remodelar la vida de familia a partir de la concepción in vitro y la ingeniería genética. Este modelo sería la familia proyectada por los técnicos que se han apartado del camino de Dios. Esta ya no sería la familia, sino una caricatura de ella, acompañada de la maldición de Dios más que de su bendición.
Fomentar el amor al prójimo
Las bendiciones de la familia vienen del Sacramento, la autoridad de los padres y el amor entre hermanos
Estas bendiciones provienen del Sacramento del Matrimonio, de la autoridad natural y santa de los padres, del amor natural y santo entre los hermanos. Es una característica única que ninguna otra institución tiene.
Al hombre le cuesta hoy sacar adelante la sociedad porque le cuesta practicar el amor al prójimo.
La familia alimenta el apetito de amar al prójimo y favorece amigablemente el cumplimiento de este arduo deber. Cuando una sociedad carece de una vida familiar fuerte, el amor al prójimo es débil.
¿Cuán diferente se habría desarrollado la sociedad si el absolutismo real no hubiera entrado en el Renacimiento y el Antiguo Régimen, abriendo las puertas a todo tipo de intervenciones estatales y planes económicos artificiales que desmantelaban la familia? Si la institución de la familia no se hubiera roto, ¿qué podría haber nacido de ella? Esta es una pregunta fascinante para reflexionar.
Sublimidad, una aspiración para la familia
La familia aumenta en vitalidad a medida que tiende hacia lo sublime. Tiene una sublimidad natural, que debe ser coronada por la sublimidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Tanto en una familia natural como en una familia de almas, los miembros deben mantener en lo posible un tono de seriedad, gravedad y amor a lo sublime. El amor por lo sublime produce, como un fruto profundo pero subconsciente, el deseo de agradar al otro, de estar en armonía con el otro. Cuando no hay armonía es porque falta el amor de lo sublime.
La sublimidad natural de la vida familiar debe reflejar la sublimidad sobrenatural de Nuestro Señor
El aspecto más elevado de la sublimidad se encuentra en el Sagrado Corazón de Jesús. Después, contemplamos la sublimidad del padre y la madre, el origen de la familia. Todo tiene un principio sublime que corresponde a la gracia del Bautismo. Las almas bien constituidas comprenden estos aspectos y sienten afinidad con otras que hacen lo mismo. De ahí viene una disposición temperamental a unirse a la Iglesia.
Una familia que tiene la noción de cómo debe ser una familia perfecta -aún cuando sus miembros saben que no pueden realizar ese modelo- y ama ese ideal modelo perfecto termina por ver el mejor aspecto de sus miembros. Ese modelo perfecto les ayuda a elevarse en todo lo perfectible de sus vidas.
Algo análogo sucede en las demás esferas de la sociedad, ya que podemos imaginar distintos tipos de sublimidades. Hay, pues, una sublimidad propia de la familia, otra de la comunidad, y otras del municipio, de la provincia, de la nación, y hasta de los diversos ámbitos de la cultura y la civilización.
Publicado el 25 de abril de 2022
Sociedad Orgánica fue un tema querido por el difunto Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Abordó este tema en innumerables ocasiones durante su vida, a veces en conferencias para la formación de sus discípulos, a veces en reuniones con amigos que se reunieron para estudiar los aspectos sociales y la historia de la cristiandad, a veces de pasada.
Prof. Plinio
Atila S. Guimarães seleccionó extractos de estas conferencias y conversaciones de las transcripciones de las cintas y sus propias notas personales. Los tradujo y los adaptó en artículos para el sitio web de TIA. En estos textos, la fidelidad a las ideas y palabras originales se mantiene tanto como sea posible.
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