Nuestra Señora es Co-Reparadora y Mediadora

“Además, a la Santísima Madre de Dios se le debe no solo el honor de haber proporcionado la materia de Su carne al Unigénito Hijo de Dios, que debía nacer con miembros humanos, para que preparara la Víctima para la salvación de los hombres; sino que también suyo fue el papel de proteger y nutrir a esa Víctima y, en el momento señalado, presentarlo para el sacrificio.

“De esto provino aquella comunidad ininterrumpida de vida y dolores entre la Madre y el Hijo, de modo que a ambos, de manera igual, se les pueden aplicar las palabras del Profeta: ‘Mi alma está consumida en el dolor y mis años en gemidos.’” (Sal 30:11)

“Y cuando llegó la hora suprema del Hijo, al pie de la Cruz de Cristo estaba Su Madre, no simplemente absorbida en contemplar el cruel espectáculo, sino gozosa de que su Hijo Unigénito fuera ofrecido por la salvación de la humanidad; y Ella participó en Su Pasión tan completamente que, si hubiese sido posible, habría aceptado gustosamente sufrir por sí misma todos los tormentos que su Hijo soportó.

“De esta comunidad de voluntad y sufrimiento entre María y Cristo, Ella mereció convertirse en la Reparadora de la humanidad perdida, y por lo tanto en la Dispensadora de todos los dones que nuestro Salvador obtuvo para nosotros con Su Muerte y Su Sangre.”

“No se puede negar, por supuesto, que la distribución de tales dones es el derecho propio y exclusivo de Jesucristo, pues fueron obtenidos para nosotros únicamente por Su muerte y por Su poder Él es el Mediador entre Dios y los hombres. Sin embargo, por esta mencionada comunidad de dolor y aflicción entre la Madre y el Hijo, le fue dado a la augusta Virgen el papel de ser la Mediadora y Abogada más poderosa de todo el mundo ante su Hijo Unigénito.”

Encíclica Ad diem illud, §§ 12-13, p. 313.

Publicado el 22 de noviembre de 2025