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Sociedad Orgánica
Valle Roncal - Parte II
El tributo de las tres vacas
Hugh O’Reilly
Tras la victoria de Poitiers, cuando los francos expulsaron de la Galia a los ejércitos árabes procedentes de España, se desarrolló entre los montañeses de los Pirineos una interesante costumbre. En ciertos bordes de los pasos de montaña, colocaban piedras, o mugas, bajo la advocación de San Martín, Patrón de Francia, pidiéndole que protegiera los caminos de los moros y otros enemigos.
La piedra de Ernaz, una de las últimas piedras fronterizas que separan el valle de Roncal de Francia |
La más famosa de estas piedras fronterizas de San Martín –casi la única cuyo nombre ha perdurado hasta nuestros días– es la Piedra de Ernaz, situada en un alto y solitario paraje de la montaña más septentrional de los Pirineos, donde se encuentra Bearn (Francia). los territorios españoles de Navarra y Aragón.
En esta remota y solitaria montaña de los Pirineos que se eleva a unos 2000 metros sobre el nivel del mar, tiene lugar el 13 de julio de cada año una curiosa y solemnísima ceremonia cuyo origen se ha perdido en la bruma de la leyenda. Ese día, con buen o mal tiempo, bajo el sol abrasador de la montaña o en medio de la brumosa niebla húmeda, dos grupos, uno procedente de cada lado de los Pirineos, se reúnen cerca de la Piedra de Ernaz sobre las 10 de la mañana. No es necesario confirmar el lugar ni la hora. Año tras año, siglo tras siglo, cada lado sabe que el otro estará presente allí a la hora correcta.
A un lado de la frontera, se encuentran los alcaldes del Valle de Baretous en Bearn, Francia. Por otro lado están los alcaldes de la Liga General del Valle del Roncal en Navarra, España. Ambos bandos van acompañados de autoridades locales, pastores de la zona, guardias y milicianos, así como grupos de curiosos cuyo número aumenta cada año. No hace mucho tiempo, estos grupos llegaban a la Piedra Ernaz solo después de horas de duro ascenso, antes de que los nuevos caminos pavimentados acortaran la distancia y facilitaran el camino.
Los alcaldes del Valle del Roncal, a la izquierda, se encuentran con los alcaldes de Bearn |
La ceremonia del ya famoso Homenaje de las Tres Vacas comienza sobre las 11 de la mañana. Los alcaldes del Valle de Roncal están de pie con sus ropas y sombreros tradicionales roncaleses, los pantalones atados debajo de las rodillas, los mantos negros cubiertos con cuellos blancos cuadrados y los sombreros negros de ala corta vuelta hacia arriba, su atuendo ceremonial. La escena con su fondo de piedra nos devuelve repentinamente a la Edad Media. Es un salto fugaz a un pasado milenario.
El alcalde de la localidad de Isaba, que actúa como presidente de la Liga para este acto, porta un bastón, símbolo de su autoridad. Está rodeado por los otros alcaldes, el secretario de la Liga y los testigos, que se paran en el lado español de la piedra fronteriza. En su otro lado están los alcaldes de los pueblos franceses, que lucen sus emblemas tricolores sobre el pecho como señal de su autoridad. Los guardias hacen sonar la alerta de que comenzará la ceremonia y se hace el silencio.
Entonces el alcalde roncalés pregunta en voz alta: “¿Vienes, como en años pasados, a pagar el tributo?”. Los alcaldes de Baretous responden, también en español, “Somos, señor”. El alcalde roncales hace la misma pregunta una segunda y tercera vez, recibiendo cada vez la misma respuesta. Entonces el presidente de los alcaldes grita la misma fórmula repetida desde tiempos pasados: “¡Pax avant!” [Entonces, que haya paz.] Los alcaldes de Baretous repiten las palabras.
La Ceremonia de las Manos, símbolo de la paz y las buenas relaciones |
Luego sigue la ceremonia de las manos. Los alcaldes de ambos lados colocan sus manos sobre la piedra fronteriza, como símbolo de paz. Sobre todas las manos están las del alcalde de Isaba, como señal de su autoridad.
A continuación, los alcaldes de Baretous presentan el ganado que habían arreado montaña arriba esa mañana. De entre ellos, los roncaleses eligen tres, que se aceptan como tributo centenario y prenda de paz.
Finalmente, el alcalde roncalés, como presidente de la ceremonia y señor del
territorio, recibe el juramento de fidelidad de los guardas de montaña de
los valles de Roncal y Baretous. Después los despide diciendo: “Si cumplen
su palabra, Dios les pague. Si no, que Él los juzgue”. Luego se dirige a la audiencia, pidiendo que cualquier persona que tenga una queja contra la paz en el último año dé un paso al frente y hable.
Con esto finaliza la ceremonia, y todos se retiran a una glorieta levantada para el evento, donde los roncaleses ofrecen un almuerzo -todo de carne- para las autoridades francesas y españolas presentes. La comida termina con un café ofrecido por los alcaldes franceses. Durante la comida, el idioma, al igual que en la ceremonia, es el español. Así también, se ofrece a los invitados un buen vino de la tierra española, que confraternizan con alegría.
El Origen del Tributo
Los registros del Valle de Roncal describen este antiguo ritual con estas palabras:
“Es difícil encontrar en Navarra o en cualquier otro reino o provincia tal honor como el del Valle del Roncal, que desde antiguo reciben un tributo de los habitantes del Valle de Baretous y de sus vecinos, vasallos del Rey Cristianísimo [de Francia]. Este tributo consiste en ofrecer cada año tres vacas con buenos dientes, piel y cuernos en la frontera que divide los dos reinos. Es un homenaje que rinden los de Baretous para mantener la paz y someterse a los roncaleses.
“Si en alguna ocasión, alguna de las tres vacas fuera rechazada por carecer de alguna de las tres cualidades mencionadas, sería repuesta más tarde por la noche en la plaza de Isaba para evitar la vergüenza de hacerlo de día, y no dar la impresión de que los franceses menospreciaron el servicio que prestan a España y se consideraron dispensados del tributo”.
Los roncaleses sostienen que esta enemistad no fue el origen del tributo, sino que el tribunal se limitó a restablecer un tributo mucho más antiguo que había dejado de hacerse. La ruptura en el pago, según esta versión, fue una de las causas de la guerra.
Independientemente de su origen, desde el arreglo de aquella enemistad el 13 de julio de 1375, el tributo fue retomado y nunca ha sido interrumpido hasta nuestros días. En 1794, durante la guerra entre España y Francia (Guerra de la Convención), el pueblo de Baretous intentó dejar de pagar el tributo. Sin embargo, se juzgó que el tributo era un asunto privado entre los dos valles, y que ni Navarra ni Bearn, ni España ni Francia tenían nada que ver en ello. Por tanto, se ordenó que los representantes de Baretous acudieran a Isaba con su tributo de tres vacas sin más excusa ni demora. Y así lo hicieron.
En 1944 el ejército alemán que ocupaba el sur de Francia prohibió la ceremonia por temor a que la delegación francesa huyera a España. Al año siguiente, los habitantes de Baretous volvieron a la costumbre, pagando también el año que faltaba, pero los roncaleses sólo aceptaron dos vacas para ese año, devolviendo la tercera en consideración a las difíciles circunstancias por las que habían pasado.
Based on an translated from Rafael Gambra, El Valle de Roncal, Estela, Navarra: Graficas Lizarra, 1987, pp. 12-17 Posted July 10, 2007
Estas dos descripciones de los privilegios del Valle de Roncal, que traduje del castellano y edité, constituyen una extraordinaria confirmación de los principios de la sociedad orgánica. De hecho, los roncaleses, con su historia vibrante y pintoresca, son ejemplos de la riqueza de la vida medieval, ya sea en los grandes reinos o en las pequeñas ciudades. Cada uno tenía su propia personalidad, abundando en sus características peculiares, y ofreciendo una historia hecha de desigualdades, tradiciones y costumbres especiales.
Testigos del Valle de Roncal, todos nobles, con traje tradicional del pueblo de Anso |
El hombre revolucionario trata de infundir odio a la jerarquía social, los privilegios y las tradiciones porque serían, afirma erróneamente, características sólo de los aristócratas, muy alejados del pueblo. Así, para favorecer verdaderamente al pueblo hay que estar en contra de los nobles y los privilegios.
Con estos ejemplos tomados de la historia de los roncaleses, vemos cuán parciales e incorrectas son tales críticas. La fidelidad a la verdadera Fe es el fundamento de la nobleza del pueblo roncal, y una larga historia de hechos complejos justifica sus privilegios y tradiciones. Cosas similares ocurrieron en las historias de todas las casas nobles de Europa, fueran soberanas o no.
El mismo hombre que critica descaradamente los privilegios y la nobleza por su lugar en la cúspide de la jerarquía social debe guardar silencio ante los nobles-campesinos del Valle de Roncal. Son nobles, pero también son personas, los pueblerinos modestos y los pastores.
Los nobles-campesinos del Valle de Roncal no sólo aportan un buen argumento frente a este odio revolucionario a las desigualdades. También ofrece la explicación de la raíz misma de la nobleza. Nos proporciona una imagen microscópica de la Edad Media, en toda su salud y fuerza, su riqueza y belleza.
H.R.
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