Sociedad Orgánica
El Reino Político-Social de Cristo
El concepto mismo de cristiandad tiene diferentes amplitudes de comprensión.
Uno de los significados es en relación con los enemigos musulmanes o bárbaros que avanzaban contra los países católicos, amenazando su existencia. En este sentido, la cristiandad era el conjunto de pueblos que se defendían, que se ofrecían ayuda mutua tanto en la defensa como en el ataque. Pero en esencia se trataba de un ataque defensivo.
Al apoyarse mutuamente e interactuar de esta manera formaban una sociedad. Era una especie de ayuda mutua militar con ideales sublimes. Esa ayuda mutua duraba mientras persistía el peligro. Y, como los enemigos eran implacables, la ayuda mutua se prolongó durante siglos.
Según otra acepción, la cristiandad era el conjunto de naciones que se regían por la ley de Cristo, creían en Jesucristo, se sometían a la Iglesia católica y organizaban su vida interior según las máximas del Evangelio. Todas se inspiraban en los mismos principios, lo que las llevaba a tener un mismo espíritu y mentalidad, por lo que a su vez constituían una familia de naciones. Esto no se daba sólo en el orden político, sino también en el cultural. De ahí surgió la tendencia de esos diversos pueblos a adoptar un único modo artístico, que influía en la forma de construir sus monumentos, palacios, iglesias, etc.
Para otros –es chocante que el espíritu católico pudiera reducirse a algo tan pequeño– la cristiandad era sólo el Sacro Imperio Romano Germánico y no el conjunto de todas las naciones católicas de la tierra.
Estos conceptos estaban interrelacionados y eran un tanto fluidos. El hecho de que en su desarrollo nunca se definiera como lo estamos haciendo aquí, muestra que el concepto se fue formando poco a poco en lo más profundo de las almas. No fue objeto de ese tipo de amor que da origen al concepto. La mentalidad medieval generó la idea de la cristiandad como una sopa caliente que esas naciones cocieron juntas; luego, con la llegada de la Revolución, la sopa se enfrió.
En efecto, el Renacimiento terminó con el amor a la cristiandad alegando que el cristianismo no nos daba la inspiración suprema de la cultura y el arte. Afirmaba que esa inspiración debía buscarse en el paganismo greco-romano.
Por otro lado, la idea de que la cristiandad podía reducirse únicamente al Sacro Imperio Romano Germánico también tuvo un mal fruto.
Después de que el protestantismo dilaceró a la cristiandad, lo que quedó quedó en un equilibrio precario y abandonó la verdad de que la sociedad siempre había estado influenciada por la religión católica. Se siguió hablando de cristiandad, pero el concepto se redujo a un cierto acuerdo de las naciones cristianas sobre cultura, comercio y economía. La consecuencia fue que la vida cultural y la actividad económica aparecieron capaces de alcanzar los fines de la sociedad sin recurrir a la religión, que quedó relegada a un segundo plano.
Aún quedaban algunos restos del sentimiento bueno opuesto que convivían de forma confusa con este sentimiento malo. Por ejemplo, cuando el rey prusiano Federico II –que era realmente una miniatura del Anticristo– fue derrotado por la emperatriz María Teresa de Austria, necesitaba un nuevo período de paz para restaurar su país. Para ello buscó el apoyo de Inglaterra.
Ahora bien, cuando Inglaterra ve una causa mala, siempre la apoya. Esto es lo que ocurrió en este caso: Inglaterra entró y se alió con Prusia. El rey francés Luis XV, al ver a Austria abandonada y en peligro, consideró que era su deber apoyar a Austria. De ahí nació la alianza franco-austriaca contra la liga protestante anglo-prusiana, que causó una gran alegría a los católicos. Pero estas alianzas no se hicieron para luchar por el restablecimiento de la cristiandad, sino por la supervivencia de los respectivos países.
Lo correcto hubiera sido que Francia y Austria hubieran reducido a Prusia a la nada y luego hubieran abierto el fuego contra Inglaterra.
La coexistencia del bloque católico y el bloque protestante generó un ambiente de letargo ecuménico. Ambos bandos dormían cómodamente uno al lado del otro. Era un paso más hacia la dilución de la idea de que la religión debía influir en el orden civil.
Lo que faltaba eran almas fervorosas con antorchas en las manos que se levantaran contra ese letargo. Creo que su ausencia fue un castigo para la cristiandad. De esta situación proviene el apaciguamiento de los católicos de hoy que penetra tanto en la sociedad temporal como en la espiritual.
‘El Reino de Cristo en los corazones’
En un momento dado, a los católicos se les empezó a enseñar que el Reino de Cristo –la cristiandad– sólo debía ser el Reino de Cristo en los corazones, es decir, en el orden espiritual. Esto implicaba también el Reino social de Cristo, que refinaría incluso el orden social. Pero lo social se entendía como si el Estado pudiera ser laico, aunque la sociedad no lo fuera. Se hablaba de un “Estado virtualmente cristiano”. Esto ya era una traición.
Era indispensable que se proclamara sin miedo “el Reino político-social de Nuestro Señor Jesucristo”.
Pero, desgraciadamente, aquellos católicos no tenían ni la idea de una Revolución cultural que abarcara a toda la sociedad ni la de una Contrarrevolución cultural, igual y opuesta a ella. No tenían esta idea o al menos no hablaban de ella. Todo se refería simplemente al orden social.
El Reino de Nuestro Señor Jesucristo o bien incluye toda la esfera temporal con su orden político-social o bien es una parodia. Sin embargo, en aquella época nadie se atrevía a defender esta posición. Cuando aparecía una herejía o una mala costumbre contraria a la moral católica, se la reprimía y se extirpaba ese mal en particular. Pero se lo extirpaba como un cáncer en el cuerpo sin enseñar a los buenos católicos todo el proceso revolucionario para que no volviera.
Complicidad del semi-bueno
¿Qué haces cuando no atacas a tu prójimo que ataca a Nuestro Señor Jesucristo? Si no atacas al mal, no eres realmente bueno, aunque seas católico en otros aspectos. Eres semi-bueno.
Si destruyéramos el muro del semi-bien que rodea al mal, el mal sería aniquilado.
El punto débil de la psicología de los buenos es que en un momento determinado de su vida dejan de esforzarse por luchar contra el mal.
Un señor medieval podía creer que había tantas cosas buenas a su alrededor –las iglesias hermosas, las procesiones, la vida armoniosa en la ciudad, los gremios sanos, etc.- que podía descansar. Todo a su alrededor parecía tan fuerte y estable que podía ignorar algunas chispas de herejía y revolución aquí y allá. Tenía tendencia a dejar de esforzarse por luchar contra el mal y a descansar.
Esto dio lugar a la pereza crónica de los buenos para combatir el mal y a su falta de vigilancia para ver su importancia.
Es difícil atacar a los semibuenos porque la mayoría de la gente cree que son personas excelentes.
En el futuro sería necesario hacer una teoría del mal y de la herejía de tal manera que el hombre común fuera capaz de comprender que el mal vive de la concesión de los semibuenos. Esto es lo que debe suceder en el Reino de María.
Publicado el 10 de octubre 2024
Uno de los significados es en relación con los enemigos musulmanes o bárbaros que avanzaban contra los países católicos, amenazando su existencia. En este sentido, la cristiandad era el conjunto de pueblos que se defendían, que se ofrecían ayuda mutua tanto en la defensa como en el ataque. Pero en esencia se trataba de un ataque defensivo.
Al apoyarse mutuamente e interactuar de esta manera formaban una sociedad. Era una especie de ayuda mutua militar con ideales sublimes. Esa ayuda mutua duraba mientras persistía el peligro. Y, como los enemigos eran implacables, la ayuda mutua se prolongó durante siglos.
Arriba, mapa de la cristiandad medieval.
Abajo, escudo del Sacro Imperio Romano Germánico.
Para otros –es chocante que el espíritu católico pudiera reducirse a algo tan pequeño– la cristiandad era sólo el Sacro Imperio Romano Germánico y no el conjunto de todas las naciones católicas de la tierra.
Estos conceptos estaban interrelacionados y eran un tanto fluidos. El hecho de que en su desarrollo nunca se definiera como lo estamos haciendo aquí, muestra que el concepto se fue formando poco a poco en lo más profundo de las almas. No fue objeto de ese tipo de amor que da origen al concepto. La mentalidad medieval generó la idea de la cristiandad como una sopa caliente que esas naciones cocieron juntas; luego, con la llegada de la Revolución, la sopa se enfrió.
En efecto, el Renacimiento terminó con el amor a la cristiandad alegando que el cristianismo no nos daba la inspiración suprema de la cultura y el arte. Afirmaba que esa inspiración debía buscarse en el paganismo greco-romano.
Por otro lado, la idea de que la cristiandad podía reducirse únicamente al Sacro Imperio Romano Germánico también tuvo un mal fruto.
Después de que el protestantismo dilaceró a la cristiandad, lo que quedó quedó en un equilibrio precario y abandonó la verdad de que la sociedad siempre había estado influenciada por la religión católica. Se siguió hablando de cristiandad, pero el concepto se redujo a un cierto acuerdo de las naciones cristianas sobre cultura, comercio y economía. La consecuencia fue que la vida cultural y la actividad económica aparecieron capaces de alcanzar los fines de la sociedad sin recurrir a la religión, que quedó relegada a un segundo plano.
Luis XV y Federico II,
Católico vs. Protestante
Ahora bien, cuando Inglaterra ve una causa mala, siempre la apoya. Esto es lo que ocurrió en este caso: Inglaterra entró y se alió con Prusia. El rey francés Luis XV, al ver a Austria abandonada y en peligro, consideró que era su deber apoyar a Austria. De ahí nació la alianza franco-austriaca contra la liga protestante anglo-prusiana, que causó una gran alegría a los católicos. Pero estas alianzas no se hicieron para luchar por el restablecimiento de la cristiandad, sino por la supervivencia de los respectivos países.
Lo correcto hubiera sido que Francia y Austria hubieran reducido a Prusia a la nada y luego hubieran abierto el fuego contra Inglaterra.
La coexistencia del bloque católico y el bloque protestante generó un ambiente de letargo ecuménico. Ambos bandos dormían cómodamente uno al lado del otro. Era un paso más hacia la dilución de la idea de que la religión debía influir en el orden civil.
Lo que faltaba eran almas fervorosas con antorchas en las manos que se levantaran contra ese letargo. Creo que su ausencia fue un castigo para la cristiandad. De esta situación proviene el apaciguamiento de los católicos de hoy que penetra tanto en la sociedad temporal como en la espiritual.
‘El Reino de Cristo en los corazones’
En un momento dado, a los católicos se les empezó a enseñar que el Reino de Cristo –la cristiandad– sólo debía ser el Reino de Cristo en los corazones, es decir, en el orden espiritual. Esto implicaba también el Reino social de Cristo, que refinaría incluso el orden social. Pero lo social se entendía como si el Estado pudiera ser laico, aunque la sociedad no lo fuera. Se hablaba de un “Estado virtualmente cristiano”. Esto ya era una traición.
Era indispensable que se proclamara sin miedo “el Reino político-social de Nuestro Señor Jesucristo”.
Pero, desgraciadamente, aquellos católicos no tenían ni la idea de una Revolución cultural que abarcara a toda la sociedad ni la de una Contrarrevolución cultural, igual y opuesta a ella. No tenían esta idea o al menos no hablaban de ella. Todo se refería simplemente al orden social.
El Reino de Nuestro Señor Jesucristo o bien incluye toda la esfera temporal con su orden político-social o bien es una parodia. Sin embargo, en aquella época nadie se atrevía a defender esta posición. Cuando aparecía una herejía o una mala costumbre contraria a la moral católica, se la reprimía y se extirpaba ese mal en particular. Pero se lo extirpaba como un cáncer en el cuerpo sin enseñar a los buenos católicos todo el proceso revolucionario para que no volviera.
Complicidad del semi-bueno
¿Qué haces cuando no atacas a tu prójimo que ataca a Nuestro Señor Jesucristo? Si no atacas al mal, no eres realmente bueno, aunque seas católico en otros aspectos. Eres semi-bueno.
Si destruyéramos el muro del semi-bien que rodea al mal, el mal sería aniquilado.
El rey Enrique IV firma el Edicto de Nantes que otorga derechos a los protestantes en una Francia católica
Un señor medieval podía creer que había tantas cosas buenas a su alrededor –las iglesias hermosas, las procesiones, la vida armoniosa en la ciudad, los gremios sanos, etc.- que podía descansar. Todo a su alrededor parecía tan fuerte y estable que podía ignorar algunas chispas de herejía y revolución aquí y allá. Tenía tendencia a dejar de esforzarse por luchar contra el mal y a descansar.
Esto dio lugar a la pereza crónica de los buenos para combatir el mal y a su falta de vigilancia para ver su importancia.
Es difícil atacar a los semibuenos porque la mayoría de la gente cree que son personas excelentes.
En el futuro sería necesario hacer una teoría del mal y de la herejía de tal manera que el hombre común fuera capaz de comprender que el mal vive de la concesión de los semibuenos. Esto es lo que debe suceder en el Reino de María.
Publicado el 10 de octubre 2024
Sociedad Orgánica fue un tema querido por el difunto Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Abordó este tema en innumerables ocasiones durante su vida, a veces en conferencias para la formación de sus discípulos, a veces en reuniones con amigos que se reunieron para estudiar los aspectos sociales y la historia de la cristiandad, a veces de pasada.
Prof. Plinio
Atila S. Guimarães seleccionó extractos de estas conferencias y conversaciones de las transcripciones de las cintas y sus propias notas personales. Los tradujo y los adaptó en artículos para el sitio web de TIA. En estos textos, la fidelidad a las ideas y palabras originales se mantiene tanto como sea posible.
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